Prevenir el fracaso escolar

En España el 30% de los alumnos acaban con fracaso escolar, es decir, abandonando los estudios antes de finalizar la ESO (Enseñanza Secundaria Obligatoria), que termina a los dieciseis años.

Hay que distinguir entre el fracaso escolar en los casos en que hay causas médicas, trastornos de aprendizaje, baja dotación intelectual (y a veces superdotación), trastornos emocional, incluyendo depresión y otros trastornos psiquiátricos, etc., del fracaso escolar para aquellos alumnos que, con una inteligencia normal y sin causas o deficiencias orgánicas conocidas, no acaban los objetivos educativos previstos.

Dejando a un lado los fracasos debidos a causas médicas, intelectuales (cognitivas) o de trastornos emocionales severos. Lo que interesa a los padres es ver cuantas cosas se pueden hacer para prevenir y evitar el fracaso escolar. Son las siguientes:

  • Mantener una comunicación diaria con los hijos, que incluya la conversación sobre los hechos cotidianos y la expresión de afecto. Promover el diálogo y, cuando sea necesario, la expresión constructiva de conflictos personales y familiares.
  • Evitar que la escolaridad y las notas sean el único tema de comunicación con los hijos. Interesarse por ellos integralmente. Un hijo es una persona, no un alumno.
  • Comprender que la función de educar es tanto de la familia como de la escuela, que deben ir en la misma dirección, y que aquélla debe apoyar y ayudar a ésta en su función de instruir.
  • No desprestigiar al sistema escolar ante los hijos, aunque pueda reconocerse que sin duda tiene fallos. Por el bien de aquéllos, la actuación más inteligente y productiva es una colaboración constructiva con la escuela.
  • Mostrar actitudes positivas hacia la educación que están recibiendo sus hijos, valorar el esfuerzo y el trabajo de los profesores. Evitar comentarios despectivos acerca de éstos o de la escuela.
  • Comunicarse habitualmente con los profesores, acordar objetivos educativos adecuados a las capacidades y motivaciones del hijo.
  • Participar activamente en la vida del centro educativo. Participar en programas de destrezas para padres.
  • Comunicarse con los padres de los compañeros del hijo, lo que facilita compartir pautas y experiencias educativas, y que haya más adultos pendientes de los niños.
  • Mostrar interés en aficiones, juegos y actividades con valor educativo.
  • Comentar en familia libros, revistas, noticias, programas de televisión… Leer el periódico habitualmente y debatir con los hijos cuestiones de actualidad. Hacer visitas culturales en familia: museos, exposiciones, teatro, bibliotecas, librerías, zoológicos… Participar en actividades intelectuales y culturales.
  • Tener en el hogar libros de lectura y consulta.
  • Dar interés al lenguaje en la comunicación familiar, estimular la ampliación del vocabulario, promover un uso correcto y cuidadoso del lenguaje. La cultura no tiene por qué se pedantería, y se puede cultivar la sencillez sin incurrir en la simpleza.
  • Establecer en casa rutinas que incluyan tiempo para dormir, estudiar, leer, juego y ocio.
  • Proporcionar un lugar tranquilo para estudiar y leer.
  • Dar importancia a la puntualidad.
  • Controlar y analizar los programas de televisión junto con los hijos.
  • Interesarse y conocer los progresos escolares y el crecimiento personal del hijo. Seguir la evolución de sus capacidades.
  • Estimular experiencias de aprendizaje y un uso productivo del tiempo como algo habitual en la vida familiar.
  • Estar al día de los programas y contenidos educativos.
  • Dar a la vida escolar de los hijos el mismo interés que a la vida profesional de los adultos. Seguir de cerca sus avances y dificultades. Valorar sus resultados y su esfuerzo.
  • Evitar las etiquetas y los fatalismos, tener en cuenta que los adolescentes suelen sufrir crisis que en la mayoría de los casas acaban pasando y son capaces de recuperar el tiempo perdido.
  • No presionar a los hijos para que sean “los mejores”. No hacer comparaciones con hermanos o compañeros.
  • Más que reprender o castigar las malas notas, buscar las causas de los bajos resultados.
  • Evitar actitudes excesivamente rígidas, autoritarias y perfeccionistas.

Extracto del libro Mi hijo es un vago, Luciano Montero, La Esfera de los Libros.

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