Terrores nocturnos

El terror nocturno es más que una pesadilla, sucede cuando el sueño pasa de una fase a otra y de golpe el niño sufre una repentina reacción de miedo.

Desde que se duerme hasta que se despierta, el sueño del niño pasa por varias fases, cada una con una profundidad de sueño y duración determinada. La más conocida es la fase REM, que es el la que se suceden los sueños y las pesadillas. En cambio los terrores nocturnos ocurren en la fase no Rem, transcurridos unas 2 o 3 horas después de haberse dormido.

Los padres suelen preocuparse mucho, pues cuando un niño sufre un terror nocturno puede incorporarse súbitamente de la cama, chillar, patalear… El niño está dormido pero parece estar despierto, incluso con los ojos abiertos y balbuceando palabras. Su ritmo cardiaco se acelera, suda y respira aceleradamente. Y de repente, igual que empezó todo, el niño se calma y vuelve a dormir como si nada hubiese pasado. A la mañana siguiente si se le pregunta por el episodio, él no recordará nada, pues a diferencia de las pesadillas, los terrores nocturnos no deja imágenes ni recuerdos en su memoria.

Es un trastorno del sueño que suele darse con más frecuencia en niños de entre 2 y 5 años y aunque no todos los niños lo sufre, algunos pequeños los heredan y otros los tienen porque se dan circunstancias en su entorno que les causa estrés (separaciones, traslados, defunción de algún familiar…) o porque su jornada ha sido muy cansada y están fatigados. También algunos medicamentos pueden dar esta consecuencia como efecto secundario.

Para evitar sufrirlos debemos intentar en primer lugar averiguar la causa para corregirla si es posible. En el caso en que no se puedan evitar lo mejor es saber actuar ante ellos. El terror nocturno una vez iniciado se tiene que pasar solo, no debemos alarmarnos, tenemos que mantener la calma y acompañar al pequeño para evitar que no se haga daño. Aunque el niño esté con los ojos abiertos y hable, debemos recordar que no está despierto, de hecho sus ojos no están fijos, tendrá la mirada perdida. No le zarandees, no le preguntes, por el contrario puedes, con voz muy bajita y sosegada, animarle a la calma, decirle que todo está bien y que no pasa nada. Y sobre todo no le despiertes, eso no es recomendable ya que se despertaría desorientado y sin saber dónde está y lo que pasa, costándole mucho volverse a dormir.

 

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